5 de Noviembre de 1947 (Córdoba) – 31 mayo 2010
Cuando se produjo su aparición en el “gran” escenario del tango, hubo algo así como una celebración. De viejos y nuevos devotos del género, autores de varias generaciones y distintas expectativas, difusores, comentaristas, músicos, gente... Fue uno de los raros casos en que un “joven y nuevo” fue aceptado sin resistencias, casi unánimemente y reconocido como figura de promisorio futuro. Sus condiciones de cantor no dejaban dudas; su fuerza interpretativa, su presencia y personalidad fueron contundentes, tanto como esa simpatía y ese “ángel” que suelen resultar imprescindibles para “ganar”.
Lo cierto es que su nombre entró a sonar gratamente en el ambiente del tango. Era una voz que estaba haciendo falta. Además, y no era poco, tocaba el bandoneón, y bien. Esto lo confería a su personalidad un rasgo singular y atrayente. Vino la prueba del disco y la atravesó airosamente. Se jugo con temas nuevos y demostró que se podía lucir también con los clásicos. Logró verdaderas creaciones con tangos de todos los tiempos. Con el merito de que eran pocos los que se animaban a arriesgar con lo nuevo y además “pegarla”. De movida mostró condiciones de compositor, que más tarde revalidó con creces. Armó y creó espectáculos donde amalgamó canciones, música y textos y - lo destacable - aportando propuestas. Fue buscando los marcos instrumentales que él sentía y los arreglos que mejor respaldaban su “estilo”. Hizo cine, triunfó en el interior del país y fuera de él y cuando se quiso dar cuenta ya se había convertido – no sabía desde cuando – en una verdadera figura de la canción popular y el espectáculo. Con aperturas y búsquedas, convencido de sus propuestas. Es de este tiempo (el nuestro), y ya, uno de los “grandes del tango”. Que esto sea parte de lo mucho que se ganó y merece. Se llama Rubén Juárez. (Por Héctor Negro en www.rubenjuarez.net)